En la tercera parte de la serie “introducción a la economía capitalista” vimos de forma abstracta cómo se relacionaban los salarios, los beneficios, la productividad y los precios. Más tarde pusimos un ejemplo ficticio
para ver cómo en una empresa se podrían encontrar también esas
relaciones, haciendo abstracción de otras variables. Ahora vamos a ver
un ejemplo real agregado: la economía española.
Como hemos venido diciendo, el valor añadido de una economía es la
suma de los beneficios y los salarios. Esto quiere decir que el PIB
puede descomponerse en una parte salarial y en otra parte para los
beneficios empresariales (los cuales servirán para reparto de
dividendos, pago de intereses, reinversión y pago a otras rentas). Si lo
hacemos así se llama PIB al coste de los factores. No obstante, hay una
forma más completa de ver cómo se distribuye la renta y es a través de
la descomposición del PIB a precios de mercado. Aquí además de la
participación salarial (que incluye salarios y cotizaciones sociales)
tenemos la participación de los beneficios (que incluye a las rentas
mixtas, que son normalmente autónomos) y a los impuestos netos a la
producción (lo que el Estado retrae de la producción menos lo que otorga
como subvención). La evolución reciente de estos componentes ha sido la
siguiente:
Como vemos, la participación salarial era a comienzos del año 2000 del 50%, la de los beneficios del 40% y la de los impuestos del 10%. Ello quiere decir que si en nuestra economía sólo hubiera una empresa ese empresario se quedaría 40 céntimos de cada euro generado, el trabajador 50 céntimos y el Estado recaudaría 10 céntimos. Doce años después la cosa ha cambiado y ahora la participación de los beneficios supera a la participación salarial, mientras que la participación de los impuestos se mantiene relativamente estable. Hoy y en plena crisis de cada euro de renta generada el empresario se queda 46’6 céntimos, el trabajador 45’5 céntimos y el Estado 7’84 céntimos. Hay que insistir en la agregación que esto supone: no todos los trabajadores participan en la renta igual ni tampoco todos los empresarios/autónomos.
Si descontamos los impuestos del Estado nos quedamos sólo con los
salarios y los beneficios queda más claro. Esta forma de medir el PIB se
denomina al coste de los factores, y es la más directa para valorar la
relación entre salarios y beneficios. En la gráfica siguiente podemos
ver la evolución a largo plazo de la participación salarial en la renta
en España.
Como se puede comprobar marca la misma tendencia que el gráfico anterior, expresando que si en 1980 los trabajadores se quedaban un 72% de la renta, ahora esa porción es del 60%. Cabe decir que son metodologías diferentes de cálculo, siendo el primer gráfico datos del Instituto Nacional de Estadística y del segundo de la Comisión Europea. En todo caso la tendencia es más que evidente.
Las cuestiones que nos preguntamos es ¿por qué ha evolucionado de esa
forma?, ¿por qué la participación salarial está cayendo y la
participación de los beneficios está subiendo? Desde el FMI hasta la
OCDE pasando por los economistas heterodoxos se hacen las mismas
preguntas. Para un estudio profundo puede leerse este working-paper.
Como vimos el otro día con nuestros ejemplos ficticios, la
participación salarial puede modificarse cuando cambian los precios o la
productividad[1]. Si, por ejemplo, suben los precios pero los
salarios se mantienen al mismo nivel entonces tenemos una caída de la
participación salarial. Si por el contrario baja la productividad pero
aumentan los salarios, entonces la participación salarial sube. Es
decir, depende del efecto combinado de las variables mencionadas, todas
ellas interrelacionadas: salarios, beneficios, precios y productividad.
En el anexo 1 tenemos una tabla con la evolución reciente de
esas variables en nuestro país. Pero como podrá comprobarse puede ser
confuso averiguar qué efecto es más importante. Por ejemplo, en el año
2001 los salarios nominales crecieron un 3’5% y la productividad creció
sólo un 0’29%. Si los precios no se hubieran movido significaría que los
salarios ganarían terreno en la renta. Pero los precios ese año
crecieron un 4’19%, lo que neutralizó la subida salarial y manifestó un
crecimiento de los márgenes de beneficio. De hecho eso supuso que los
salarios, en términos reales (de poder adquisitivo) bajaran.
Por eso uno de los mejores indicadores para evaluar cómo se
relacionan los salarios y los beneficios es el de los costes laborales
unitarios reales (CLUR). Miden la relación entre la remuneración media
real por asalariado y la productividad. Así que si sube la productividad
más que los salarios reales, los costes laborales unitarios reales caen
reflejando las variaciones en el margen de beneficio. Es decir, este
indicador sintetiza el juego que existe entre las cuatro variables
(productividad, salarios, precios y beneficios). Es tanto así que aritméticamente puede demostrarse
que el coste laboral unitario real es en realidad la participación
salarial en la renta, lo que quiere decir que si sube indica que el
margen de beneficio cae y viceversa.
Como puede observarse, la tendencia es la misma que en la
participación salarial de la renta. Si vemos caer el CLUR significa que
la participación de los salarios en la renta cae y sube la participación
de los beneficios. Alternativamente también significa que el margen de
beneficio por producto sube, lo que vimos con claridad en nuestros
ejemplos ficticios.
La enseñanza hasta ahora es clara: la economía española ha crecido
mucho hasta la llegada de la crisis (la tarta se ha hecho más grande)
pero de ello se han beneficiado sobre todo los beneficios empresariales.
De forma inversa los salarios han perdido poder adquisitivo y los
trabajadores se han estado empobreciendo sistemáticamente (menor trozo
de tarta).
Efectos estadísticos
Obsérvese que hay en los años recientes un pico extraño que hace al
CLUR subir temporalmente, para luego volver a incorporarse a la
tendencia previa. Se trata de un efecto llamado “de composición” que
refleja los problemas de la agregación y un ajuste típico de nuestro
mercado de trabajo. Resulta que al comienzo de la crisis se despidió a
los trabajadores más baratos, es decir, a los que menos cobraban. Eso
hizo subir el salario medio ya que los que quedaban trabajando cobraban
bastante más. Es un efecto estadístico que se corrige en cuanto la
crisis hace también bajar los salarios de los que más cobran y, por otro
lado (denominador en la fórmula del CLUR) la productividad crece por
efecto de destruir empleos.
El problema que acabamos de ver se da como consecuencia de agregar
elementos heterogéneos (sumamos el salario del trabajador pobre y del
trabajador rico y hacemos la media) y se puede ver en muchos otros casos
(por ejemplo cuando sumamos los grandes márgenes de beneficios de las
grandes empresas con los estrechos márgenes de las PYMES). Por eso es
interesante no sólo estar prevenido sino también, en la medida de lo
posible, ir bajando a lo concreto. Veamos ahora, por esa razón, la
economía española con un poco más de detalle.
En la mayoría de los sectores importantes, como puede verse aquí (página 269),
podemos comprobar cómo la productividad generalmente ha superado en su
crecimiento a los salarios reales por empleado, de modo que los márgenes
de beneficio siempre han sido crecientes. Lo mismo ocurre con el sector
de la construcción, por ejemplo. Esto es políticamente interesante
porque está expresando que las extraordinarias ganancias que produjo el
boom inmobiliaria no fueron tanto absorbidas por los trabajadores
(salarios reales decrecientes) como por las ganancias. Es decir, en
términos económicos los ganadores de la burbuja fueron sin lugar a dudas
las grandes empresas constructoras e inmobiliarias.
La rivalidad entre capital financiero y capital productivo
Aunque hemos observado que los márgenes de beneficio crecen
generalmente en todo el período hay que hacer algunos comentarios
adicionales para evitar confusiones. Una empresa productiva necesita
tener un margen de beneficio suficiente para poder reinvertir y mejorar
su capacidad productiva pero también para poder pagar intereses
financieros y otros gastos no salariales. Esto quiere decir que dado el
nivel de endeudamiento tan alto que hay en España en el ámbito
empresarial, no es descartable que esas ganancias crecientes hayan sido
absorbidas a su vez por el capital financiero (bancos y entidades
financieras) y no hayan ido, como podría considerarse de forma ingenua,
al bolsillo del empresario productivo. Estamos ante una posible vía de
acción de la financiarización.
El problema fundamental económico, y es la razón por la que hacemos
estas anotaciones, es que en la distribución de la renta está la causa
de gran parte de las crisis capitalistas. En particular, una dinámica
desequilibrada en el reparto de la renta llevará inevitablemente a
problemas económicos, con independencia de la valoración moral. Ello lo explicamos aquí.
ANEXO:
[1] En nuestro ejemplo previo hicimos una abstracción de los
costes no salariales. En ese caso toda subida de precio era debida a una
posible subida del salario o del margen de beneficio. Es una
simplificación evidente, pero que se utiliza porque permite dejar todo
entre salarios y beneficios. Cuando se observa la contabilidad lo que
importa a efectos distributivos es el valor añadido, que sólo está
compuesto por salarios y beneficios. Si suben los precios de los
consumos intermedios y eso hace subir el precio final, el valor añadido
no cambia.
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