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Frente a un
rescate inútil y dañino, rescatar a la gente y al sector público
Secretaría de
Economía del PCE / 11 jun 12
El rescate es inútil
Es inútil porque la banca española está quebrada. Si
algún día los bancos y cajas pudieran recuperar el 50% de la deuda de
promotores y constructores, por importe de 400.000 millones, que ya es una
perspectiva optimista, los 100.000 millones de euros que parece que va a
prestar “Europa” apenas bastarían para cubrir las pérdidas. Desde luego, no
para restablecer el flujo del crédito a “familias y empresas” como gusta decir
Guindos.
Pero es más inútil aún porque con una economía en
recesión y en la que la gente está intentando reducir su endeudamiento excesivo
todas las recapitalizaciones equivalen a tirar el dinero a la alcantarilla. Que
se lo pregunten a los clientes y empleados de Bankia o Caja Cívica que fueron
extorsionados por sus entidades para que acudieran a las emisiones de capital
del año pasado y que han perdido dos tercios de lo que pusieron. O a todas las
personas que han sido engañadas con las preferentes y las subordinadas. La banca
española se ha recapitalizado en 38.000 millones de euros entre 2008 y 2011 y
no ha servido para nada. Sólo sobreviven aquellos cuyo negocio está fuera, como
el Santander y el BBVA.
Y, para más inri, el rescate sólo tiene una finalidad,
proteger a toda la cadena que va desde los especuladores en terrenos hasta los
grandes bancos internacionales (a los que bancos y cajas españolas deben
465.000 millones de euros), pasando por inmobiliarias, cajas, bancos españoles
privados, para que no pierdan los beneficios ilegítimamente obtenidos con la
especulación del ladrillo de los últimos 10 años.
El rescate es dañino
El rescate es dañino porque al final la deuda la asume
el sector público. De repente pasaremos a tener un 10% del PIB más de deuda
pública lo que se traducirá en más intereses a pagar y, con la tónica del
gobierno actual, más recortes. Además, a un tipo de interés del 3%, acaban de
sumar tres décimas del PIB al déficit público.
El rescate es dañino porque le va a dar el control a
cualquiera sabe qué comité o grupo de ministros, banqueros y burócratas
europeos sobre una parte muy importante del sistema financiero español. Nada
menos que una gran parte de las antiguas Cajas de Ahorros. Lo que hasta ahora
no habían conseguido, meter el pescuezo en el sistema financiero español, se lo
acaba de regalar Rajoy. Y todo acabará privatizado y en manos de quién
sabe.
Y sobre todo, el rescate es dañino porque con un
sector público más endeudado y una parte importante del sector financiero en
manos extranjeras, las posibilidades de políticas que conduzcan a salir de la
crisis se reducen aún más. Lo cual se traducirá en más paro, más recortes y más
sufrimiento para la mayoría de la gente.
Rescatar a la gente y al sector público
El rescate que se necesita es el de la gente y del
sector público. Eso requiere, en primer lugar, aliviar la carga de la deuda
hipotecaria originada por la vivienda principal, hasta reducirla a un
porcentaje asumible de la renta y, eventualmente, aplazándola para las personas
en paro. Y en segundo lugar denunciar la deuda pública ilegítima, es decir
aquella contraída a consecuencia del rescate a los bancos, de los intereses
excesivos pagados por la deuda y, en general, de toda aquella deuda que no esté
justificada por un desfase entre los ingresos públicos y los gastos de
inversión y mantenimiento de los servicios públicos.
Estas medidas imprescindibles deben recaer sobre los
acreedores. En el caso de la deuda pública se puede excluir a los ahorradores
particulares y empresas no financieras que apenas llegan al 3,5%.
Evidentemente, la devaluación de la deuda y de las hipotecas recaerá
especialmente sobre la banca, pero no hay ninguna necesidad de rescatarla sino,
por el contrario, de crear una banca pública adecuada a las necesidades reales
de la economía y la sociedad españolas. De hecho, habría además que
nacionalizar al menos el suelo urbano.
Junto a lo anterior es necesario un aumento de la
capacidad fiscal del Estado, es decir, de los impuestos. Aparte de las medidas
que tradicionalmente se plantean de la recuperación del impuesto sobre el
patrimonio, de la fiscalidad de los ingresos de capital y de la lucha contra el
fraude, debe considerarse el aumento de la tributación de las rentas más altas
de forma progresiva empezando a partir de los superiores a 30.000 euros
anuales, lo que no llega al 20% de los declarantes. La mitad de los asalariados
y asalariadas reciben un salario inferior a 19.000 euros al año y el salario
medio está en 22.500 euros. También debe evaluarse la implantación un impuesto
sobre los activos financieros de las empresas (financieras y no
financieras).
Con estas medidas se puede financiar un plan de
relanzamiento económico basado en la recuperación de los servicios públicos
básicos y en un programa de empleo para todas las personas en paro. A partir de
ahí, se puede hablar realmente de un rescate y enfrentar en mejores condiciones
la reconversión del modelo productivo basada en las necesidades sociales, la
recuperación del medio ambiente y el control democrático de la economía.
¿Qué no es políticamente posible? Pues tendrá que
serlo porque lo que no es posible es salvar a la banca y a la gente a la vez.
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