Este es sólo un ejemplo de cómo podemos cambiar las cosas, de que los gobiernos no tienen la última palabra ni son los adalides de las opiniones que verdaderamente nos preocupan. Tomemos ejemplo de él y no dejemos de luchar con las armas de las que disponemos hoy en día. Contra el recorte de derechos fundamentales (como la ley de expresión, de expresarnos pacificamente a través de las redes sociales o manifestaciones pacíficas en las calles), contra ese recorte, no nos callemos ni permitamos que se nos haga callar.
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