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domingo, 19 de agosto de 2012

ALBERTO GARZON - Entendiendo la relación entre salarios y beneficios en el caso real de España




En la tercera parte de la serie “introducción a la economía capitalista” vimos de forma abstracta cómo se relacionaban los salarios, los beneficios, la productividad y los precios. Más tarde pusimos un ejemplo ficticio para ver cómo en una empresa se podrían encontrar también esas relaciones, haciendo abstracción de otras variables. Ahora vamos a ver un ejemplo real agregado: la economía española.

Como hemos venido diciendo, el valor añadido de una economía es la suma de los beneficios y los salarios. Esto quiere decir que el PIB puede descomponerse en una parte salarial y en otra parte para los beneficios empresariales (los cuales servirán para reparto de dividendos, pago de intereses, reinversión y pago a otras rentas). Si lo hacemos así se llama PIB al coste de los factores. No obstante, hay una forma más completa de ver cómo se distribuye la renta y es a través de la descomposición del PIB a precios de mercado. Aquí además de la participación salarial (que incluye salarios y cotizaciones sociales) tenemos la participación de los beneficios (que incluye a las rentas mixtas, que son normalmente autónomos) y a los impuestos netos a la producción (lo que el Estado retrae de la producción menos lo que otorga como subvención). La evolución reciente de estos componentes ha sido la siguiente:


Como vemos, la participación salarial era a comienzos del año 2000 del 50%, la de los beneficios del 40% y la de los impuestos del 10%. Ello quiere decir que si en nuestra economía sólo hubiera una empresa ese empresario se quedaría 40 céntimos de cada euro generado, el trabajador 50 céntimos y el Estado recaudaría 10 céntimos. Doce años después la cosa ha cambiado y ahora la participación de los beneficios supera a la participación salarial, mientras que la participación de los impuestos se mantiene relativamente estable. Hoy y en plena crisis de cada euro de renta generada el empresario se queda 46’6 céntimos, el trabajador 45’5 céntimos y el Estado 7’84 céntimos. Hay que insistir en la agregación que esto supone: no todos los trabajadores participan en la renta igual ni tampoco todos los empresarios/autónomos.
 
Si descontamos los impuestos del Estado nos quedamos sólo con los salarios y los beneficios queda más claro. Esta forma de medir el PIB se denomina al coste de los factores, y es la más directa para valorar la relación entre salarios y beneficios. En la gráfica siguiente podemos ver la evolución a largo plazo de la participación salarial en la renta en España.


Como se puede comprobar marca la misma tendencia que el gráfico anterior, expresando que si en 1980 los trabajadores se quedaban un 72% de la renta, ahora esa porción es del 60%. Cabe decir que son metodologías diferentes de cálculo, siendo el primer gráfico datos del Instituto Nacional de Estadística y del segundo de la Comisión Europea. En todo caso la tendencia es más que evidente.
 
Las cuestiones que nos preguntamos es ¿por qué ha evolucionado de esa forma?, ¿por qué la participación salarial está cayendo y la participación de los beneficios está subiendo? Desde el FMI hasta la OCDE pasando por los economistas heterodoxos se hacen las mismas preguntas. Para un estudio profundo puede leerse este working-paper.

Como vimos el otro día con nuestros ejemplos ficticios, la participación salarial puede modificarse cuando cambian los precios o la productividad[1]. Si, por ejemplo, suben los precios pero los salarios se mantienen al mismo nivel entonces tenemos una caída de la participación salarial. Si por el contrario baja la productividad pero aumentan los salarios, entonces la participación salarial sube. Es decir, depende del efecto combinado de las variables mencionadas, todas ellas interrelacionadas: salarios, beneficios, precios y productividad.

En el anexo 1 tenemos una tabla con la evolución reciente de esas variables en nuestro país. Pero como podrá comprobarse puede ser confuso averiguar qué efecto es más importante. Por ejemplo, en el año 2001 los salarios nominales crecieron un 3’5% y la productividad creció sólo un 0’29%. Si los precios no se hubieran movido significaría que los salarios ganarían terreno en la renta. Pero los precios ese año crecieron un 4’19%, lo que neutralizó la subida salarial y manifestó un crecimiento de los márgenes de beneficio. De hecho eso supuso que los salarios, en términos reales (de poder adquisitivo) bajaran.

Por eso uno de los mejores indicadores para evaluar cómo se relacionan los salarios y los beneficios es el de los costes laborales unitarios reales (CLUR). Miden la relación entre la remuneración media real por asalariado y la productividad. Así que si sube la productividad más que los salarios reales, los costes laborales unitarios reales caen reflejando las variaciones en el margen de beneficio. Es decir, este indicador sintetiza el juego que existe entre las cuatro variables (productividad, salarios, precios y beneficios). Es tanto así que aritméticamente puede demostrarse que el coste laboral unitario real es en realidad la participación salarial en la renta, lo que quiere decir que si sube indica que el margen de beneficio cae y viceversa.


Como puede observarse, la tendencia es la misma que en la participación salarial de la renta. Si vemos caer el CLUR significa que la participación de los salarios en la renta cae y sube la participación de los beneficios. Alternativamente también significa que el margen de beneficio por producto sube, lo que vimos con claridad en nuestros ejemplos ficticios.
La enseñanza hasta ahora es clara: la economía española ha crecido mucho hasta la llegada de la crisis (la tarta se ha hecho más grande) pero de ello se han beneficiado sobre todo los beneficios empresariales. De forma inversa los salarios han perdido poder adquisitivo y los trabajadores se han estado empobreciendo sistemáticamente (menor trozo de tarta).


Efectos estadísticos

Obsérvese que hay en los años recientes un pico extraño que hace al CLUR subir temporalmente, para luego volver a incorporarse a la tendencia previa. Se trata de un efecto llamado “de composición” que refleja los problemas de la agregación y un ajuste típico de nuestro mercado de trabajo. Resulta que al comienzo de la crisis se despidió a los trabajadores más baratos, es decir, a los que menos cobraban. Eso hizo subir el salario medio ya que los que quedaban trabajando cobraban bastante más. Es un efecto estadístico que se corrige en cuanto la crisis hace también bajar los salarios de los que más cobran y, por otro lado (denominador en la fórmula del CLUR) la productividad crece por efecto de destruir empleos.

 
 
El problema que acabamos de ver se da como consecuencia de agregar elementos heterogéneos (sumamos el salario del trabajador pobre y del trabajador rico y hacemos la media) y se puede ver en muchos otros casos (por ejemplo cuando sumamos los grandes márgenes de beneficios de las grandes empresas con los estrechos márgenes de las PYMES). Por eso es interesante no sólo estar prevenido sino también, en la medida de lo posible, ir bajando a lo concreto. Veamos ahora, por esa razón, la economía española con un poco más de detalle.

En la mayoría de los sectores importantes, como puede verse aquí (página 269), podemos comprobar cómo la productividad generalmente ha superado en su crecimiento a los salarios reales por empleado, de modo que los márgenes de beneficio siempre han sido crecientes. Lo mismo ocurre con el sector de la construcción, por ejemplo. Esto es políticamente interesante porque está expresando que las extraordinarias ganancias que produjo el boom inmobiliaria no fueron tanto absorbidas por los trabajadores (salarios reales decrecientes) como por las ganancias. Es decir, en términos económicos los ganadores de la burbuja fueron sin lugar a dudas las grandes empresas constructoras e inmobiliarias.


La rivalidad entre capital financiero y capital productivo
 
Aunque hemos observado que los márgenes de beneficio crecen generalmente en todo el período hay que hacer algunos comentarios adicionales para evitar confusiones. Una empresa productiva necesita tener un margen de beneficio suficiente para poder reinvertir y mejorar su capacidad productiva pero también para poder pagar intereses financieros y otros gastos no salariales. Esto quiere decir que dado el nivel de endeudamiento tan alto que hay en España en el ámbito empresarial, no es descartable que esas ganancias crecientes hayan sido absorbidas a su vez por el capital financiero (bancos y entidades financieras) y no hayan ido, como podría considerarse de forma ingenua, al bolsillo del empresario productivo. Estamos ante una posible vía de acción de la financiarización.

El problema fundamental económico, y es la razón por la que hacemos estas anotaciones, es que en la distribución de la renta está la causa de gran parte de las crisis capitalistas. En particular, una dinámica desequilibrada en el reparto de la renta llevará inevitablemente a problemas económicos, con independencia de la valoración moral. Ello lo explicamos aquí.


ANEXO:


[1] En nuestro ejemplo previo hicimos una abstracción de los costes no salariales. En ese caso toda subida de precio era debida a una posible subida del salario o del margen de beneficio. Es una simplificación evidente, pero que se utiliza porque permite dejar todo entre salarios y beneficios. Cuando se observa la contabilidad lo que importa a efectos distributivos es el valor añadido, que sólo está compuesto por salarios y beneficios. Si suben los precios de los consumos intermedios y eso hace subir el precio final, el valor añadido no cambia.

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